En este artículo te cuento cómo mejorar la comunicación familiar de manera sustancial teniendo en cuenta 6 claves básicas. La forma de comunicarnos influye directamente en la calidad de nuestras relaciones. Si quieres tener una mayor conexión con tus hijos este post es para ti.
Tabla de contenidos
La importancia de una buena comunicación
El ser humano es un ser de encuentro que necesita estar en relación con otras personas, no solo para sobrevivir sino también para ser feliz.
La comunicación tiene un papel fundamental en nuestras vidas, ya que es la herramienta que nos permite relacionarnos. A través del lenguaje (verbal y no verbal), podemos intercambiar ideas y emociones, generar acciones y cooperar para alcanzar un propósito común.
En el ámbito familiar, tener una buena comunicación es esencial para garantizar el bienestar de todos miembros de la familia y generar una autoestima sana en los niños. La confianza, el respeto, la honestidad, la solidaridad, el compromiso, la lealtad, la responsabilidad, la generosidad, el perdón, la valentía, el amor…todos son importantísimos valores que tu hijo aprenderá, básicamente, en su entorno familiar.
Las bases para una buena comunicación deben empezar a sentarse lo antes posible. Recuerda que durante los primeros años de vida de tu hij@, tú serás su principal referencia.
6 claves para una buena comunicación entre padres e hijos
Las claves más importantes para mantener una buena comunicación son:
1. Saber escuchar
La asignatura pendiente de nuestros tiempos.¿Cuantas veces decimos que estamos escuchando, pero en realidad solo oímos lo que nos están diciendo? ¿Qué debemos hacer para escuchar con profundidad y que la otra persona se sienta escuchada?
– Poner toda nuestra atención en el contenido del mensaje y también en las emociones que nos transmite el emisor a través de su lenguaje no verbal (si está triste, enfadado, etc.).
– Parafrasear. En ocasiones puede ser útil resumir brevemente lo que hemos escuchado para comprobar que lo hemos entendido bien. Esto hará que la otra persona se sienta escuchada y dará pie a que nos pueda ampliar la información.
– Hacer mención del estado emocional de la otra persona. Ej.«Veo que estás muy enfadado.¿Porqué te sientes así?». Con eso conseguiremos que se sienta escuchado y le invitaremos a que se explique un poco más para que podamos comprenderle.
Probablemente, saber escuchar sea una de las mejores inversiones que podemos hacer en nuestras relaciones y uno de los mejores regalos para nuestros hijos. Cuando escuchamos de verdad transmitimos a nuestros hijos el mensaje de que son importantes, los respetamos y los queremos; elementos esenciales para que construyan una autoestima sana.
2. Empatizar
Debes aprender a ponerte en el lugar de tu hijo en la situación concreta en la que se encuentre. El objetivo es entender cómo se siente y porqué ha actuado de una determinada manera.
Entender no significa estar de acuerdo. Siempre debemos procurar entender a nuestro hijo, pero no siempre debemos estar de acuerdo con lo que dice o hace. Entender tampoco nos impide «corregir» su conducta. Se trata de responder a su actuación desde una perspectiva muy distinta y mucho más efectiva que los castigos, los gritos o las simples correcciones del estilo «esto no se hace». ¿Porqué? porqué por experiencia sé que éstas formas de corregir basadas en el ejercicio del poder o de la autoridad no sirven de nada y sólo crean una desconexión entre padres e hijos.
Lo importante es darse cuenta de lo que necesita el niño en este momento y entender qué es lo que le ha llevado a actuar de una determinada manera. Hemos de responder a la raíz del problema y no al problema en sí mismo.
Ej. Nuestro hijo ha pegado a otro niño porqué éste le ha roto un dibujo. En lugar de empezar a gritar a nuestro hijo podemos:
1. Pedirle que nos explique lo que ha pasado y escucharle.
2. Decirle que entendemos perfectamente que se sienta enfadado.
3. Ayudarle a pensar en las distintas alternativas que tiene la próxima vez que se enfade. Todas ellas que vayan encaminadas a calmarse para sentirse mejor. Se trata de ver juntos que hacerle daño a alguien nunca es una buena manera de solucionar los problemas.
Éste es un claro ejemplo de cómo podemos hacer reflexionar a nuestro hijo sobre su comportamiento sin que se sienta mal. Cada vez que tu hijo tenga un «mal comportamiento» y tu le respondas bien (con comprensión y respeto) le estás educando para que él también sea paciente, empático, compasivo, positivo, etc.
Cuando hablamos de amar a nuestros hijos y de comprenderlos deberíamos fijarnos, sobretodo, en aquellos momentos en los que nos pueden llegar a sacar de quicio.
Es muy fácil ser amoroso y cariñoso cuando todos estamos contentos. Lo valioso y «revolucionario» es tener un gesto amable cuando lo único que tienes es ganas es de pegar un grito. Hay una frase que dice: «ámame cuando menos lo merezca porqué será cuando más lo necesite».
3. Adaptar nuestro mensaje al niñ@
Si quieres darle algún mensaje a tu hijo recuerda que éste debe ser:
– Claro. Debemos hablarles con un vocabulario sencillo para que nos entiendan.
– Breve. A los niños les cuenta mantener la atención mucho rato, si somos breves mucho mejor.
– Positivo. Si les queremos hacer una observación, mejor lo hagamos sin juzgar y sin centrarnos en lo negativo. Una sugerencia en positivo, que sea siempre alentadora y motivadora no destructiva ni enjuiciadora.
4. Buscar momentos de tranquilidad para hablar
Una buena comunicación necesita que dediquemos unos minutos cada día a estar tranquilos con nuestros hijos y poder hablar. A menudo, con el ajetreo diario, no tenemos tiempo y nos cuesta encontrar el momento. Buscar 10 minutos cada día puede ser muy útil. No se trata de forzar nada sino de dar la libertad a qué surjan conversaciones. Puede ser por la mañana o cuando vaya mejor, siempre que tu hijo no esté cansado o enfadado.
5. Compartir experiencias nuestras con ellos
A menudo, los padres nos quejamos de que nuestros hijos no nos cuentan las cosas y nos vemos obligados a interrogarles para extraer algo de información. Por mi experiencia, es mejor no hacerlo porqué no sirve de mucho. Lo que queremos es que nos hable porqué le apetece hacerlo. En lugar de forzar la situación, podemos contarle como nos ha ido a nosotros el día. Puede que tengamos alguna anécdota o algo gracioso que contar y sea suficiente como para romper el hielo. De echo, nos quejamos mucho que no nos cuentan nada, pero, piénsalo bien, ¿le sueles contar a tu hijo como te ha ido el día?
6. Promover siempre el diálogo y la negociación
Hemos de promover el diálogo y la negociación con nuestros hijos, escuchando siempre sus opiniones y puntos de vista. Evidentemente, no tienes que dejarles hacer lo que quieran, pero debes tenerlos en cuenta y negociar antes que imponer. A corto plazo es más trabajo para los padres, pero a la larga es una buena inversión. Les ayudará en su capacidad para tomar decisiones, en el desarrollo de su autonomía personal y a confiar en sí mismos.
En el caso en el que te veas obligad@ a poner algún límite, siempre lo harás explicando los motivos y mostrando respeto y comprensión por aquello que quieren o piensan. Una buena forma de plantearlo es no imponer sino ofrecer a elegir entre dos alternativas que sí que sean posibles, explicando las consecuencias de cada una de ellas.
Errores que solemos cometer los padres y que obstaculizan la comunicación
Algunos de los errores que solemos cometer los padres y que no ayudan para nada a la buena comunicación son:
1. Interrumpir la conversación.
2. Cambiar de tema de manera muy brusca.
3. Hablar mucho tiempo seguido.
4. Quedarnos en lo superficial. Ignorar lo que hay detrás del comportamiento o del mensaje.
Ej. Mi hijo adora a su abuela y, sin embargo, el otro día hizo un dibujo en el que había escrito: «la abuela es tonta». Sabíamos que no serviría de nada regañarlo, ya que era algo que no había echo nunca y él ya sabía de sobras que esto no era algo bonito.
Cuando nos despedimos de los abuelos empezó a comportarse de manera bastante agresiva, estaba muy enfadado. Le preguntábamos porqué estaba tan enfadado, pero él sólo quería que lo dejáramos tranquilo. Y esto fue lo que hicimos. Pensamos que sería mejor dejar la conversación para cuando estuviera más calmado.
Cuando llegamos a casa, seguía nervioso y empezó a hacer tonterías (estaba llamando nuestra atención). Intentamos que se tranquilizara sin gritarle. Lo abrazamos y le preguntamos qué le pasaba, porqué se sentía tan enfadado. Al momento, se derrumbó y empezó a llorar desconsoladamente.
Nos contó que la abuela había comprado algo especial para merendar aprovechando que era el santo de su hermano pequeño. Él estaba tremendamente dolido porqué recuerda que el día de su santo no había tenido ninguna merienda especial.
A los ojos de un adulto parece una estupidez, pero a él le sentó muy mal. En realidad, se puso triste porqué se sintió poco importante en comparación con su hermano. Lo abrazamos y le explicamos que lo del santo era solo una excusa y que el día de su santo la abuela no le hizo nada especial porqué no estaba. Le dijimos que entendíamos que estuviera enfadado pero que lo había mal interpretado, que él era muy importante para todos, igual que su hermano. Le prometí que le llevaría algo especial para merendar el día siguiente. Al final nos abrazó, sé tranquilizó y se quedó dormido.
Si mi marido y yo nos hubiéramos quedado en lo superficial, nos hubiéramos limitado a reaccionar por haber escrito el insulto en el dibujo y nos hubiéramos perdido la oportunidad de descubrir que se sentía triste, y con ella también la de consolarlo y aclarar lo que había ocurrido.
Debemos indagar en las causas profundas de cada comportamiento o mensaje para que nuestra respuesta vaya dirigida a la raíz del problema y no al problema en sí mismo. El tono de voz y el lenguaje no verbal nos darán pistas del estado emocional de nuestro hijo y ya tendremos un hilo por dónde tirar.
5. Dar órdenes, imponer cosas.
6. Juzgar, criticar y poner etiquetas.
7. Dar consejos antes de tiempo.
8. Hacer reproches.
9. No prestar atención cuando nos hablan.
10. No ser coherente con lo que se dice y lo que se hace. Prometer cosas que luego no cumples.
11. Ser demasiado duro cuando nos cuentan algo que no nos gusta. En este caso, debemos procurar no romper la confianza que él ha depositado en nosotros. Esto no significa que no le podamos hacer ninguna observación, pero siempre:
– Con tacto.
– Dejando que se explique antes.
– Agradeciendo la confianza que ha tenido en nosotros.
12. Evitar los «deberías…». Debemos dejar que aprenda de sus propios errores y que saque sus propias conclusiones.
13. Minimizar los problemas de tus hijos. Los problemas de tus hijos te pueden parecer insignificantes, pero recuerda que ellos no tienen ni tu edad, ni tu experiencia, ni tu personalidad. Si son importantes para él también lo deben ser para ti.
Tus hijos aprenden de ti
Muy probablemente, a estas alturas, ya has podido comprobar que tu hijo@ aprende por imitación.
Los niños lo captan todo. Aprenden de tus gestos, de tus expresiones, de tu tono de voz, de tu forma de caminar, etc. En definitiva, aprenden mucho más por lo que haces que no por lo que les dices.
No sirve de nada dar sermones si uno no predica con aquello que está pidiendo.
No podemos pedir que nos escuchen si nosotros no sabemos hacerlo, no podemos pedir que nos entiendan si tampoco los entendemos nosotros, no podemos pedir que nos respeten si nosotros les gritamos y les obligamos a hacer cosas.
Es el momento de que los padres despertemos y empecemos a cuestionar nuestra forma de hacer las cosas.
Toma consciencia de lo que piensas, de lo que dices y de lo que haces. Aprovecha cada oportunidad para aprender y mejorar porqué tu ejemplo es lo más valioso que le puedes dar a tus hijos.
Si nos comunicamos de manera sana con nuestros hijos crearemos una mayor conexión entre nosotros. Les daremos las herramientas para que puedan construir unas relaciones de calidad, echo que generará un impacto muy positivo en sus vidas.
Espero que este artículo te haya sido de utilidad. Si te apetece, te animo a que me dejes un comentario indicando cuál es el obstáculo que crees que dificulta más la buena comunicación con tus hijos. Yo estaré más que encantada de leerte y responderte a tus mensajes.
Muchas gracias por acompañarme. ¡Nos vemos por aquí!
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